Como no podía dormir me ha dado por pensar… y pensar… y pensar... Sí, lo sé, pensar es malo. Pero no lo he podido evitar. Y he llegado a la conclusión de que no merezco estar triste. Soy una buena persona. Actúo con honradez y trato de no hacer daño a los demás. Sin embargo, parece ser que eso del Karma es solo un cuento. ¿Un cuento Chino? No, Hindú.
Estoy cansado de echarla de menos. De pensar si habrá cogido el paraguas cuando se pone a llover, de preguntarme qué tal día habrá tenido en el trabajo, de no conseguir que otra le haga sombra, de escribir estas palabras con un nudo en la garganta y de poner buena cara cuando me siento mal por dentro. No merezco sentirme así.
Sé lo que hay, nada. Y sé lo que me espera, todavía menos. Estoy seguro que en el futuro nos cruzaremos por la calle y solo nos dirigiremos un “Hola”, un “¿Qué tal todo?”, y un falso “Ya quedaremos algún día” Porque esa es otra. No es normal que nunca pueda hacer nada. Siempre está ocupada. Lo cruel es que, poquito a poco, todos estos desprecios se acumulan y acaban haciendo mella.
Os preguntáis a qué coño viene todo esto. Pues viene a que la vi por la calle paseando con otro. Me da igual si sale con él o no, si es su novio, un amigo, su primo o Perico el de los Palotes. Como decía antes, sé muy bien lo que hay. Pero aún sabiéndolo, me duele en lo más hondo. Porque si no es él, será otro. Y si no es hoy, será mañana. Lo único cierto es que nunca seré yo.
Pero fijaos si la aprecio que de verdad espero que sea feliz. Y que con aquel que acabe, la haga mucho más feliz de lo que yo sería capaz. Lo que está claro, es que debí ser muy malo en una vida pasada… y que quizás, la próxima vez que un camión invada mi carril por la autovía, en lugar de meterme en el arcén para evitar la ostia, simplemente cierre los ojos.
Vaya final, ¿verdad? Pero bueno, no os preocupéis, imagino que mañana se me habrá pasado. Ahora voy a ver si duermo un poco… al menos, en sueños, sí paseamos de la mano.
Estoy cansado de echarla de menos. De pensar si habrá cogido el paraguas cuando se pone a llover, de preguntarme qué tal día habrá tenido en el trabajo, de no conseguir que otra le haga sombra, de escribir estas palabras con un nudo en la garganta y de poner buena cara cuando me siento mal por dentro. No merezco sentirme así.
Sé lo que hay, nada. Y sé lo que me espera, todavía menos. Estoy seguro que en el futuro nos cruzaremos por la calle y solo nos dirigiremos un “Hola”, un “¿Qué tal todo?”, y un falso “Ya quedaremos algún día” Porque esa es otra. No es normal que nunca pueda hacer nada. Siempre está ocupada. Lo cruel es que, poquito a poco, todos estos desprecios se acumulan y acaban haciendo mella.
Os preguntáis a qué coño viene todo esto. Pues viene a que la vi por la calle paseando con otro. Me da igual si sale con él o no, si es su novio, un amigo, su primo o Perico el de los Palotes. Como decía antes, sé muy bien lo que hay. Pero aún sabiéndolo, me duele en lo más hondo. Porque si no es él, será otro. Y si no es hoy, será mañana. Lo único cierto es que nunca seré yo.
Pero fijaos si la aprecio que de verdad espero que sea feliz. Y que con aquel que acabe, la haga mucho más feliz de lo que yo sería capaz. Lo que está claro, es que debí ser muy malo en una vida pasada… y que quizás, la próxima vez que un camión invada mi carril por la autovía, en lugar de meterme en el arcén para evitar la ostia, simplemente cierre los ojos.
Vaya final, ¿verdad? Pero bueno, no os preocupéis, imagino que mañana se me habrá pasado. Ahora voy a ver si duermo un poco… al menos, en sueños, sí paseamos de la mano.
Con vuestro permiso, hoy no me apetecen comentarios.