- Este blog tiene musica. ¡No tengas miedo a encender los altavoces! -

(Suena: The end - The Doors)

lunes, 16 de noviembre de 2009

Roto en mil pedazos

lunes, 16 de noviembre de 2009
¿Sabéis cual es mi problema? Mi problema es que soy una persona muy sensible. Por eso, para que no me afecten las cosas, nunca les doy muchas vueltas. Los que llevéis un tiempo visitándome, ya sabréis que me gusta alguien. Pero que yo, para ella, solo soy un insignificante cero a la izquierda. Hace unos días, pasé la tarde tomando cervezas con un amigo. Estuvimos recordando los tiempos del instituto. Las pirolas, las gamberradas y las veces que nos expulsaron. ¡Qué buenos tiempos!

Sin embargo, la conversación derivó a temas personales. Me contó que había roto con su novia de toda la vida y que estaba jodido. Cuando me subí al coche para irme a casa, no pude evitar pensar en la chica que mencionaba al principio del post. Y que para más inri, se llama igual que la exnovia de mi amigo.

Recuerdo el primer día que la vi, como si hubiera sido hoy mismo. Inmediatamente, pensé que esa chica tenía algo especial. Y desde que hablamos por primera vez, me pareció fantástica. Tímida, pero fantástica. Nunca antes me había sucedido nada parecido con ninguna otra. Con el tiempo nos hicimos amigos. O al menos, yo la considero así pese a todo. Hasta que el 29 de diciembre del 2007 escribí una entrada en este blog que venía a decir que la echaba de menos. Fue entonces cuando me di cuenta que no solo la consideraba amiga, sino que me estaba empezando a gustar.

Siempre supe que ella nunca se interesaría por mí. Era algo que sentía y veía. Pero aún con todo, no quise marcar distancias. Me gustaba estar con ella y escucharla. Incluso sus manías me parecían simpáticas. Si tenía un mal día, y la veía, mis penas desaparecían. Y si por algún motivo me mandaba un mensaje, lo conservaba durante días como un bobo. El tiempo pasó, y por más que me empeñé en solo verla como amiga, no lo conseguí. Y aunque era plenamente consciente de que saldría mal parado, me enamoré... Si es que no lo estaba ya, desde aquella tarde en que contemplé sus preciosos ojos de cerca.

Así que ahí estaba yo, dentro del coche, cabizbajo, iluminado por una farola medio fundida, pensando en todo esto. Y esos sentimientos que había contenido durante tanto tiempo, para que no me hiriesen, explotaron. Y con ellos, vinieron las lágrimas. ¿Lágrimas yo? ¡Qué asco me di a mí mismo! Nunca, jamás, había manifestado tal debilidad. La última vez que recuerdo haber llorado, sucedió hará más de quince años, cuando murió mi tío José Luis. Y de repente, ahí estaba como un imbécil, con las manos en el volante, el motor encendido y buscando pañuelos.

Creyendo que conducir me haría pensar en otra cosa, me vine para casa. Error. Entre que era de noche y mis malditos ojos llorosos, tuve que parar porque temía tener un accidente. Al final acabé aparcando al lado de un jardincillo. Nada más aparcar, aparecieron unos críos con un perro y se plantaron delante de mi coche. ¡Adiós a mi reducto de intimidad! Me bajé del coche, cerré la puerta y empecé a andar hasta que cansado me senté en un banco.

Yo creía que dar un paseo me quitaría la tontería. Pero nada. Estaba igual o peor. Y encima, cada vez que me iba a cruzar con alguien, tenía que bajar la cabeza o mirar hacia otro lado para que no vieran la cara que llevaba. Os juro que habría dado todo lo que tengo por una esquina oscura donde llorar a gusto sin que nadie me hubiera podido ver u oír.

Sé que no soy el primero ni el último que tiene un amor no correspondido. Pero a mí, es la primera vez que me pasa. Hasta la fecha, solo me han gustado de verdad dos chicas y con ambas he estado. Pero a la tercera, no ha llegado la vencida, al contrario.

Si pudiera pensar con objetividad, vería que probablemente ella no es nada del otro mundo. Por que alguna vez, de forma indirecta, le he preguntado a alguno qué le parecía ella. Y todos coincidían en que era o parecía sosa y que de guapa tenía más bien poco. Sin embargo, para mí, es perfecta en todos los aspectos. Y yo, que soy capaz de sacarle cincuenta defectos al diamante más precioso, de ella no podría decir ni uno.

Por no poder, no puedo reprocharle que no le guste ni en pintura, ni los feos que me ha hecho y que a otra nunca le habría perdonado. Porque si me paro a pensar, no tengo nada especial que ofrecerle. Valgo menos que el precio de la ropa que llevo encima. Y no poseo ninguna cualidad por la que pudiera sentirse atraída. ¿Soy guapo…? Más bien del montón. ¿Gracioso…? A ratos. ¿Me espera un brillante futuro como ingeniero…? Lo dudo mucho. Solo puedo ofrecerle lo que tengo y lo que soy, aunque por lo visto, es bastante poco para ella. Como veis, me siento la última mierda del mundo.

Pero no merezco ni la más mínima compasión. Porque aún sabiendo que un día la realidad me abofetearía, preferí disfrutar de los momentos en que la tuve cerca a protegerme. Y así me ha ido. Hace unos días, me concedí a mi mismo unas horas de debilidad. Me comporté como un niño y lloré, nunca jamás se volverá a repetir. Bajo ningún concepto.

¿Sabéis qué es lo más gracioso de todo? Que pese a lo mal que me siento, la echo de menos. Y que cada mañana, nada más levantarme de la cama, lo primero que hago es mirar si me ha escrito al correo. ¿Y sabéis qué es lo más triste? Que le dije, no, a otra chica. Porque el tonto de mi corazón, soñaba con que algún día ella me querría.

No comments, please.
 
12 MIRADAS © 2008. Design by Pocket