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(Suena: The end - The Doors)

jueves, 29 de abril de 2010

¿Suerte?

jueves, 29 de abril de 2010
Una pata de conejo, tocar madera, cruzar los dedos y los tréboles de cuatro hojas. Según las supersticiones populares, todas estas cosas dan suerte. No sé si vosotros tendréis algún objeto fetiche que os traiga suerte. Yo, sí. Mi moneda de cinco Marcos de la suerte.

La primera vez que empleé sus poderes fue en la selectividad, en el examen de matemáticas. Suspendí. Pero por suerte, las notas de los otros exámenes eran lo suficientemente altas como para compensar aquel desastroso 1,9. También recurrí a ella al rellenar el boleto del Euromillón que me haría ganar 129 millones de Euros. Pero como os podéis imaginar, no me tocó nada de nada. Porque de haberme tocado, no estaría aquí escribiendo. Estaría dilapidando mi fortuna junto a media docena de rubias pechugonas. Aunque para no ser clasista diré que también aceptaría morenas pechugonas.

El día que me presenté al examen práctico del carnet de conducir la empleé. O mejor dicho, mi intención era usarla, pero con las prisas la olvidé en casa. Y mira tú por dónde, aprobé. Ahora que lo pienso… Esa moneda nunca me ha dado suerte. Siempre que he recurrido a su místico poder, la he cagado. Y si no, solo tengo que pensar en mi primera entrevista de trabajo, o en aquel partido en el que aposté 30 euros…

¡¿Y por qué no evitó que conociera a... (mejor no dar nombres) ?! ¡Puta moneda de la suerte vomitada por un Irlandés borracho! ¡Solo me ha traído cosas malas!

lunes, 19 de abril de 2010

Alabulieeeé

lunes, 19 de abril de 2010
Cazador y presa. Ecosistema... El animal y su hábitat. Biodiversidad... El hombre y su entorno; el hombre en el supermercado.

Desubicados, temerosos, desvalidos… Reducidos a simples empujadores de carros y sujeta bolsos. Así nos sentimos los hombres en el supermercado. Nos abruman esos largos pasillos que se pierden en el horizonte de los detergentes, los cientos de productos de idéntico nombre hacinados en estanterías, y esos pegajosos suelos en los que puedes llegar a perder un zapato.

Porque los supermercados son un extraño inframundo con su propio Statu Quo. Por ejemplo, la pescadería y esa eterna duda: ¿Cojo número? Si no lo coges, te hará falta. Y si lo coges, te tocará el 23, mirarás por qué número van y verás el 45… ¡Jódete y baila! ¿Qué haces? ¿Esperar al 99, que se ponga el turno a cero y llegue el 23? ¿Multiplicas tu número por dos y así ya eres el siguiente? Pues no, hay que esperar al 53. ¡No tiene ningún sentido! Pase que los dos acaben en tres. Pero un dos no es un cinco. Y si no, cuando paséis por caja y os pidan 53 euros, vosotros darles solo 23 y explicarles que según la pescatera, 53 es igual a 23. ¿A ver qué os dice la chica de la caja?

Y esa es otra, “la chica de la caja”. ¿Por qué no hay hombres cajeros? ¿Por qué la caja en la que estoy es la que más despacio avanza? ¿Y por qué siempre el tío que solo lleva tres cosas se empeña en pagar con la tarjeta de crédito? Tú que te has puesto detrás de él todo contento pensando: “Qué bien. Solo lleva tres cosas. Aquí me cobrarán antes.” ¡Y toma! Tarjeta al canto. Que si la pasa por la maquinita, luego firma, le dan el tiket… Y cuando crees que ya es tu turno, el tío se vuelve y le pregunta algo a la cajera señalando el tiket. Dan ganas de decirle: “¡Tío, que ya está! ¿Qué más quieres? ¿Una foto de la muchacha la caja en bikini?”

Y a todo esto, la primera caja en la que hiciste mención de ponerte, hace rato que se quedó vacía. Pero claro, ¿te arriesgaras a cambiar de fila y a que cuando llegues te digan “La caja está cerrada...”? Yo creo que no.

miércoles, 14 de abril de 2010

Regalos... y regalos

miércoles, 14 de abril de 2010
Dicen que a nadie le amarga un dulce, y que todo regalo es bienvenido. ¿Seguro…? Porque hay regalos, y regalos. Por ejemplo: ¿Cuál es el peor regalo que se le puede hacer a un niño? ¿Un destornillador con el que sacarse un ojo? Si, ciertamente sería un mal regalo. Aunque desde un punto de vista sociológico sería incluso positivo. Estoy seguro que un niño con un parche pirata en el ojo será el centro de atención de todo recreo. ¡Todos querrán ser amigos del pequeño pirata! De todas formas, será mejor que los niños sigan conservando sus dos ojos. Por que quién sabe, quizás algún día quieran ser controladores aéreos.

¿Qué es lo que nunca se le debe regalar a una mujer? Una escoba, por ejemplo. ¿Y a un hombre? Algo rosa. ¿A un anciano? Un ataúd. ¿Y a mí? ¡Panceta! Si, como lo leéis. Ayer mi tía me regalo panceta. Resulta que había pasado unos días en Santander. Y en lugar de traerme una camiseta, o cualquier otro recuerdo tonto, me trajo un trozo de casi un kilo de panceta. ¿Qué cara puse yo? Esta:


Pero claro, ¿qué iba a decir sino “Gracias”? Y más, después de escuchar su argumento: “Tu madre me dijo que te gusta la panceta.” Y cierto es que me gusta, pero también me gustan los BMW M5, los relojes y las gafas de sol. Por ejemplo…

Eso sí, me voy a hacer unos bocatas de panceta, que van a quitar el hipo!!!

sábado, 10 de abril de 2010

:(

sábado, 10 de abril de 2010
Como no podía dormir me ha dado por pensar… y pensar… y pensar... Sí, lo sé, pensar es malo. Pero no lo he podido evitar. Y he llegado a la conclusión de que no merezco estar triste. Soy una buena persona. Actúo con honradez y trato de no hacer daño a los demás. Sin embargo, parece ser que eso del Karma es solo un cuento. ¿Un cuento Chino? No, Hindú.

Estoy cansado de echarla de menos. De pensar si habrá cogido el paraguas cuando se pone a llover, de preguntarme qué tal día habrá tenido en el trabajo, de no conseguir que otra le haga sombra, de escribir estas palabras con un nudo en la garganta y de poner buena cara cuando me siento mal por dentro. No merezco sentirme así.

Sé lo que hay, nada. Y sé lo que me espera, todavía menos. Estoy seguro que en el futuro nos cruzaremos por la calle y solo nos dirigiremos un “Hola”, un “¿Qué tal todo?”, y un falso “Ya quedaremos algún día” Porque esa es otra. No es normal que nunca pueda hacer nada. Siempre está ocupada. Lo cruel es que, poquito a poco, todos estos desprecios se acumulan y acaban haciendo mella.

Os preguntáis a qué coño viene todo esto. Pues viene a que la vi por la calle paseando con otro. Me da igual si sale con él o no, si es su novio, un amigo, su primo o Perico el de los Palotes. Como decía antes, sé muy bien lo que hay. Pero aún sabiéndolo, me duele en lo más hondo. Porque si no es él, será otro. Y si no es hoy, será mañana. Lo único cierto es que nunca seré yo.

Pero fijaos si la aprecio que de verdad espero que sea feliz. Y que con aquel que acabe, la haga mucho más feliz de lo que yo sería capaz. Lo que está claro, es que debí ser muy malo en una vida pasada… y que quizás, la próxima vez que un camión invada mi carril por la autovía, en lugar de meterme en el arcén para evitar la ostia, simplemente cierre los ojos.

Vaya final, ¿verdad? Pero bueno, no os preocupéis, imagino que mañana se me habrá pasado. Ahora voy a ver si duermo un poco… al menos, en sueños, sí paseamos de la mano.

Con vuestro permiso, hoy no me apetecen comentarios.

martes, 6 de abril de 2010

La química del amor

martes, 6 de abril de 2010
El amor es una construcción cognitiva de lo que sentimos físicamente y de lo que ocurre en nuestro cerebro. Por que sucede, que en nuestro cerebro, existen una serie de neurotransmisores que comunican las células nerviosas entre sí, y que entran en juego cuando nos enamoramos. Entonces se liberan neurotransmisores. Que vienen a ser una especie de anfetaminas naturales que nos hacen sentir excitados. Por este motivo, las personas atravesamos ciclos altos y bajos. De ahí que cuando se está enamorado nos encontramos eufóricos y, al mismo tiempo, deprimidos.

Podría decirse que en nuestro cerebro explota un coctel de neurotransmisores que, en un principio, nos produce gran excitación, la llamada euforia del enamoramiento, y en la que experimentamos constante necesidad de estar en contacto físico con la persona amada. En este momento se produce una hormona llamada Oxitocina, conocida como la hormona del amor. Después, esta euforia inicial se va extinguiendo y cede paso a una nueva etapa de lazos afectivos, de amor. Es entonces cuando el cerebro produce las Endorfinas, que son una especie de opio cerebral. Pero para producirlas, se tiene que estar viendo a la persona amada, y si esa persona desaparece, el cerebro deja de producirlas. Por esto buscamos constantemente a esa persona, para poder obtener este “opio de amor”.

En esta especie de farmacología del amor, tenemos ya a la Oxotocina y las Endorfinas. Pero nos falta la Feniletilamina, curiosamente un compuesto orgánico que se encuentra en el chocolate. Y que es una sustancia que sirve para cimentar los lazos afectivos. Ahora bien, los estudios indican que únicamente se libera durante los tres primeros años de relación. Transcurrido este tiempo tenemos que enamorarnos de nuevo, ya sea de la misma persona o de otra distinta.
 
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