
“Voy a chuparte la sangre” Me dijo con acento Transilvano. Aunque me sonó más a cómo habla un Rumano borracho. Después, escuché pasos tras de mi. Me giré, y allí estaban las tres vampiresas guarrillas que salen con Drácula en todas sus pelis. La rubia delgaducha, la morena de grandes… ‘ojos’ y la pelirroja. ¡Como me gustan las pelirrojas! Pero esa es otra historia...
“Vamos a chuparte… (me hice ilusiones)… la sangre. (aquí se fueron mis esperanzas de verme inmerso en una vorágine sexual con ellas)” Ante esta situación, ¿qué podía hacer? Mi cuerpo solo tiene seis litros de sangre ¡Y no me gusta compartir! Así que recurrí a mi entrenamiento Karateka y me puse a llorar como una niña, esperando que Buffy, la sexy Caza Vampiros, viniera en mi rescate. Lo malo es que la muy cabrona no vino, porque le estaba dando una paliza a su camello por haberle pasado mala Maria.
No os podéis imaginar cuanto me arrepentí de no haber cogido un crucifijo esa noche. Pero claro, al señorito Miguelo, le pareció mejor idea coger un paquete de chicles…
¿Cómo acabó todo? Pues de forma lamentable ¡Para variar…! Resulta que aquella misma tarde, había merendado uno de mis habituales bocadillos de ajo. Y al echarles el aliento en la cara, huyeron como un soldado Francés lo hace del peligro. ¡Para que luego critiquen al mal aliento!