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Recuerdo como el martes pasado mientras esperaba el bus, pensaba en lo mierdas que eran mis días. Todos son igual de aburridos y grises. No me gustan nada. Duermo fatal y le meto tantas horas al cabo del día al proyecto que me voy a ir de la cabeza. Con este sentimiento llevo un día tras otro desde hace un mes.

Sin embargo, hoy lo veo todo distinto. No me importa el frió, los martillazos del vecino a las 8:30, ni mi interminable lucha con los planos de distribución. Me he levantado feliz y contento. ¿Por qué? Pues por que esta semana he estado tres veces con la niña de mis ojos.

Martes, Jueves y Viernes. Tres breves encuentros. Como tres eran los tristes tigres, los mosqueteros y los cerditos...

¿Verdad que soy idiota? ¡Lo sé! Pero no lo puedo evitar. Sé que no le gusto. Que nunca le gustaré. Que le da igual verme que no. Pero sigue haciéndome feliz el mero hecho de tenerla cerca.

También sé, aunque prefiero no pensar en ello, que si nos vemos es porque compartimos obligaciones y que cuando estas terminen no nos veremos más. Lo que no sé, es lo que tengo que no le gusta o lo que busca y no tengo. Quien sabe…

Que curioso... Este último párrafo me acaba de recordar la estrofa de una canción que dice ‘…¿por que sigo el camino si ya murió el destino?…’

No soy especialmente guapo ni simpático, soy un chico normal. Con mis virtudes y mis defectos, como todos, ni más ni menos. Y no es por hacerme el chulo ni nada de eso, por que no me conocéis y no ganaría nada, pero si quisiera podría estar saliendo con alguna que otra. Pero el caso es que ninguna me hace ‘tilin’ como ella. Y con esto último paso de idiota a tonto de remate…

Pero bueno… aún con todo, hoy, soy feliz. Es sábado, he quedado con los amigos y mañana también. Menos mal que estas cosas no las hablo con nadie. Por que si mis amigos se enteraran de lo tonto que soy me darían dos hostias. ¡Y bien dadas que estarían! Quizás así se me iría la tontería.