
No os podéis imaginar las ganas que me entraron de visitar a mi querido vecino. Para después de hacerle tragar el despertador, darle las cabezas de sus hijos. Todo, al más puro estilo Tarantino. Pero por suerte para él soy pacífico y la medicación funciona. Así que solo me acordé de su madre.
Vivir en un bloque de vecinos es bastante parecido al camarote de los hermanos Marx. Todo el santo día el ascensor ‘parriba’ y ‘pabajo’, portazos, sillas que se arrastran, ladridos, taladros… Pero como no hay suficientes balas para todos ellos, toca acostumbrarse. Aunque cuesta...
Como en todo ecosistema, una vecindad tiene sus propias especies y a cada cual más irritante. Nos podemos encontrar con la pesada del 7, que todas las mañanas llama al portero para que le abra. ¿Pero tanto le cuesta cojer las llaves? - me pregunto - O al garrulo del 8 que fuma puros en el ascensor. Pero dentro de lo malo, estos son los mejores. Por que nos podemos encontrar con la típica cotilla, que nada verte se lanza hacia ti como un perro en celo para interrogarte. '¿Que tal vas de novias?' '¿Aún estudias?' '¿De donde vienes?' ‘¿Quién era esa chica?’ ¡Dios! ¡Dame paciencia! “ 1, 2 y 3. 4, 5 y 6. Yo me calmaré. Todos lo veréis…”
Pero por encima de todas las especies vecinales, está el mayor de todos los depredadores. ¡La Acosadora! Ahhhhhhh… Ella, es alguien a quien temer de verdad. Y con quién no querrías quedarte atrapado en el ascensor. Primero, te mira fijamente. Luego, hace algún comentario sobre lo guapo que eres o lo bien que te queda algo. Y termina preguntando si tienes novia. ¿Estará tanteando el terreno? Mejor no pensar en ello…
Vecinos… No se puede ni vivir, ni acabar con ellos…